Mantente Fuerte ~ Nicolás Astorga

 

Mantente Fuerte de Nicolas Astorga

Local Arte Contemporáneo, Av. Italia 1129, Santiago.

Jueves 18 de Mayo, 2018.    

 

Desde el próximo jueves podrán visitar la exposición Mantente Fuerte del artista Nicolás Astorga en Local Arte Contemporáneo.

 

 

Mantente Fuerte es una muestra organizada en torno a las pasiones y los fenómenos emocionales que transforman nuestra vida privada repentinamente y para siempre, como una cachetada imprevista en la cara. A través de fotografías, esculturas e instalaciones Nicolás Astorga.

Presenta un escenario de posibles hechos mortales, venganzas, condenas y accidentes originados a partir de la traición. Son especies de maldiciones llenas de rabia que movilizan actos involuntarios y, por lo mismo, rotundos, materialmente sólidos, concretos, dispuestos al enfrentamiento.

‘‘En el barrio a los traidores les clavan un cuchillo en el glúteo
para cortarles un nervio y marcarlos como un cojo desleal”

Mantente Fuerte no necesita razones ni tantos argumentos. Al relato que arma en las salas de la galería se suma un texto, también efusivo y parte de una pequeña publicación de la muestra, escrito por Sergio Soto. Aquí transcribimos el texto para quienes no alcancen a conseguir uno.

 

 

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I.

La última vez que salí de su casa me apreté los dedos con la puerta. Como estoy acostumbrado a exagerar, grité. La despedida dramática se convirtió en un chiste. F. abrió la puerta pensando que había pasado algo grave. Le dije que me había apretado la mano. Caminé una cuadra y cuando doblé dejé de pensar en mis dedos y me acordé de la muerte de mi abuela. Era una pena parecida de cosas que no dependían de mí.

Siempre he querido escribir canciones porque es más fácil hablar de amor sin sonar cursi. Es como escribir poesía, pero cantándolas y ahorrándote la personalización. La canción se puede cantar a coro. Es como compartir una pena. Te piden prestado el afecto. Pienso, nunca lo he hecho.

Hacerse cargo del drama es distinto a hacerse cargo de las emociones. Lo primero es una responsabilidad, lo segundo es una sentencia. Lo primero se termina, lo segundo dura siempre.

Meses después de todo, al otro lado de la esquina, con el semáforo en rojo, divisé al pelucón maléfico. Me la hizo fácil y me corrió la cara. Imaginé como se iba separando de mí, mientras yo, obligado, le daba la espalda. Siempre hizo ese tipo de cosas. Nuestra relación fue como si todo el tiempo nos cruzáramos en la calle sin tener la intención de darnos vuelta después.

En esa época siempre cuando veía la hora en el teléfono me salían los dígitos repetidos. 00:00; 11:11; 22:22; 12:12. El 11:11 era de buena suerte y tenía que ver con plata. Todos los demás eran los mismos deseos. Me acostumbré a pedir el mismo, muy penoso, total lo decía en mi mente nomás.

Cuando había luna llena, mi abuela siempre decía:

“Lunita,

Lunita,

Dame,

Platita”

Yo lo encontraba muy tierno, porque ponía sus manos extendidas, arrugadas, hacia la luna, una sobre la otra. Quizás siempre tuvo suerte.

La única vez que tuve ganas de hablar en serio con alguien de lo que me estaba pasando fue con mi abuela. No sabía qué iba a decir. Pero una vez la escuché dándole un consejo, impávida, infranqueable, indolente, a una prima que de rodillas le rogaba por un consuelo.

Como la sabiduría en el amor no es una cuestión que me identifique, tomé las peores decisiones. No pude decir nada.

Quizás mi abuela me hubiese ayudado a decirle algo duro.

Mi abuela se murió y ya se me olvidó el día en que me puse a llorar por ella.

Todo esto es la versión de día de lo que pienso.

En las noches no hay pena. Como cuando me curé y bailé para morder labios de rabia.

II.

Que ganas de matar a mis amigos. No se callan nunca. Son demasiado racionales.

Las cosas que tenemos en común con el Nico tienen que ver con nuestras relaciones con narcisos. Que no es lo mismo que tener una relación narcisa. Quizás hay que ser Narciso también para lidiar con un Narciso. La relación es indudablemente insostenible. Es un sueño. Y casi siempre de tres momentos: desapego social; proyección personal (pararse frente a un espejo) y un diluvio.

Siempre tuve claro que F. no era mi reflejo. F. no existía, F. es M., es C., es S., es mi abuela, son todos los nombres que me atribuyo cuando estoy solo.

Cuando el diluvio es aplastante, es porque hay voluntad de aplastar al animal agazapado. Al animal hipócrita que oculta su aguijón.

Me escondí buscando abrigo. Llovía y no podía salir. Nadie dice que después del diluvio quedan sus restos. Los restos de uno mismo.

cuando la justicia

se cumple

el mundo se desvanece.

(Anne Carson)

La comunidad desaparece.

El deseo se manifiesta.

(yo)

Que ganas de matar a este amigo que no hace más que inducir justicia moral.

Al final nos matamos por acuerdo previo. Ocupamos la voluntad del encuentro accidental, para accidentar nuestro último encuentro.

Cuando le escribí el mail al profesor le rogué que no me hiciera más daño. Pude haberme escapado. Haberlo bloqueado. Obviamente el profesor aparecía en todas partes. Con otro nombre, con otra cara, con otro trauma.

Todas estas personas son exactamente lo mismo. Estoy encerrado en un cuarto de espejos. Algunos rayados, otros con hoyos.

En este lugar encontré la revelación de la traición y la venganza.

La traición ya estaba escrita en uno de los reflejos y era inevitable.

La herida sin sutura se seca y el hilo sutura sin secar.

No hay que olvidar que el escorpión carga la lanza en su cuerpo todo el tiempo.

No se nace, se hace.

Sergio Soto Maulén