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l҉a҉ ҉m҉a҉l҉v҉a҉ ҉n҉o҉s҉ ҉v҉e҉r҉á҉ ҉p҉a҉d҉e҉c҉e҉r҉

por Sergio Soto Maulén

 

 

Sobre “Agua Malva”: exhibición de Elizabeth Burmann ~ Curaduría: Celine Fercovic –~ Local Arte Contemporáneo ~ Luces: Pascual Mena ~ Fotografías: Felipe Ugalde. Santiago, Diciembre 2022

 

Agua Malva en Local ARTE CONTEMPORÁNEO. Santiago, 2022

 

No era mi intención escribir esto como parte del cierre de la exposición Agua Malva de Elizabeth Burmann. Obviamente tenía presente que debía escribir antes de que se desarmara. Mientras postergaba este texto, también me preocupaba el cálculo de cuántos días quedaban para el desmontaje. Pero no me atormenta. La escritura tiene su propio tiempo. Enfrenta rollos mentales, la presión de otros trabajos, pensamientos intrusivos, harto agotamiento y un exceso de evasión. Aceptar este ritmo, y el fracaso constante, es al mismo tiempo un consuelo ante tanta precarización, o mejor, ante el sistemático desprecio y desvalorización de la crítica. Por lo mismo, como nadie me va a pagar por esto, no pierdo nada con ejercitar una escritura aletargada, tardía, transparente y colmada de obstáculos. 

Los que fueron a la exposición podrán recordarla mientras me leen, y los demás tendrán que complementar este texto con imágenes de registro. Siendo honesto, lo que me detenía no era el resentimiento con el sistema de la crítica, sino simplemente sentirme inseguro de mis ideas. Particularmente, tener dificultades para describir la relación entre las obras, la curatoría, el título y su lugar en la contemporaneidad del arte y su dimensión política. 

 

 

La exposición de Elizabeth Burmann titulada Agua Malva en Local Arte Contemporáneo, me dejó suspendido. Yo creo que soy el único que aún no decide si definir este hecho artístico como un aporte al pensamiento material y ecológico, o bien, como un experimento que se enmarca en la contemporaneidad de los lenguajes del arte desde su dimensión formalista. Sin embargo, estas dudas tampoco tienen que ser un problema. Por un lado, la discursividad del arte nunca será suficiente y/o eficiente para enfrentar críticamente fenómenos culturales complejos como la ecología, el feminismo o la colonialidad. Del mismo modo, las estrategias formalistas tendrán que convivir con ambigüedades que limitarán la posibilidad de comprender la especificidad temática, o la posición política que el artista pretende comunicar. Hacer que las obras dependan de su discurso resta elocuencia. Confiar en la forma banaliza el proyecto.

 

(En el reflejo se logra ver una de las intervenciones textuales de la curadora Celine Fercovic)

 

 

Agua Malva, frente a la paradoja de la infructífera relación entre arte y ecología, logra sostener un cuerpo, como el mío, entre la reflexión crítica y la comodidad de una suerte de plenitud estética. Sabemos que en su belleza incuestionable, se anuncian reflexiones epistemológicas, así como también demandas políticas contingentes. Es decir, durante y después de visitar Agua Malva, puedo desplazarme como materia o puedo desplazarme como idea. Se logra recepcionar como una correcta manipulación formal, así como un dispositivo crítico complejo sobre la relación entre cultura y naturaleza en el antropoceno. A simple vista hay una estrategia, el impacto: hoyos en el suelo, luces, bruma, instalaciones que buscan invadir una casa reacia a ser dominada. Tal como sugiere su curadora Celine Fercovic cuando reconoce que en la exposición habita una tensión entre la pureza y la saturación.

 

       

         

 

He visto que Elizabeth Burmann lleva varios años pensando sobre la crisis climática. Su obra se basa y se construye desde el interés de profundizar la deriva de los cuerpos humanos, y no-humanos en la catástrofe medioambiental de nuestro presente. Desde aquí, se ha dedicado a estudiar el medio oceánico a través corrientes de pensamiento como el hidrofeminismo. Para mi, que la conozco y trato siempre de entenderla, es dificil explicar la contingencia el estudio del medio oceánico para el debate feminista. Podría esforzarme en rastrear todas las autoras que acompañan a Elizabeth en su trabajo como artista y también como pensadora, pero eso es harina de otro costal. A grandes rasgos, parte de las reflexiones feministas se han propuesto amplificar el alcance de su potencialidad crítica. Hay corrientes que se preocupan de la tecnocracia de la política, otras de los derechos fundamentales de la mujer, e incluso algunas se han propuesto profundizar en especulaciones distópicas o ficcionales. 

 

 

 

Ahora bien, podemos decir que el colapso de la vida y las especies, es en gran parte una consecuencia del orden patriarcal. Autoras como Astrida Neimanis, se han dedicado a reflexionar sobre posibles maneras de reorganizarnos y así poder coexistir horizontalmente junto a otros cuerpos no-humanos y familiarmente liquidos que posibilitan nuestra supervivencia. Esto es fundamental para desestabilizar el paradigma moderno-masculino y sus jerarquías antropocéntricas. 

 

 

Debemos considerar la posibilidad de negar, o invalidar nuestra capacidad de pensar de forma exclusivamente dialéctica y lógica, ya que este paradigma permite reproducir la soberanía de lo humano ante las demás especies; convenciéndonos que somos esencialmente superiores a cualquier otro ser, despreciando las diversas formas de habitar que los organismos no-humanos ejecutan a nuestro alrededor. Cuestionar nuestra condición de cuerpos afectados por nuestra capacidad de pensar, no significa su anulación o silenciamiento, sino más bien  atender asuntos que la ideología del progreso desprecia, tales como lo inútil, lo menor, los afectos, para liberarnos de la autorreferencia. La literatura de esta corriente feminista piensa en un ecosistema que extingue lo humano como se entiende actualmente, y donde prevalecen nuestros cuerpos, en plenitud material en forma de masas, como materia blanda sin limites, como moluscos en contacto.

 

 

Agua Malva puede ser entendida como una escenografía que ensaya un paisaje crítico donde se invierte la soberanía del hombre, habilitando la experiencia de su crisis. Pido cautela, y que podamos llegar a un acuerdo cuando convoque el amor, para que no sea asignado a un rasgo femenino. Es que es tan obvio especular que en la crisis del patriarcado, el afecto reclamaría su protagonismo epistemológico. Volviendo a las obras. Hay un esfuerzo de Elizabeth por darle belleza a las cosas industriales residuales que entendemos como victimarios de la naturaleza. En Agua Malva, el plástico, por ejemplo, o la basura en general, no es entendida como un problema, o algo que exterminar, sino es reconocida como una materialidad irrenunciable, que incluso es parte de nuestra configuración morfológica. Todos tenemos microplásticos, justo ahora, circulando en nuestra sangre.

 

 

La archiconocida frase de Donna Haraway: “Staying with the Trouble”, sigue reclamando vigencia. No hay que perder tiempo moralizando nuestra especie. Sino resetear la genealogía, para tener la oportunidad de reconocernos como cuerpos vivos rodeados de cuerpos no humanos que no tienen memoria. La malla, el plástico, la basura, el vidrio, las conchas vacías, algunos de los elementos presentes en la exhibición, son ubicados en distintas superficies estructurales de la casa, así como sobre y entre las estructuras que la artista construyó y que refieren a un medioambiente marino. La instalación embellece estos elementos, con el fin de despojarlos del desprecio que ejerce la cultura sobre ellos y así reincorporarlos a nuestros paisajes cotidianos. Sugiriendo que, nuestra coexistencia con lo no-humano, en gran medida, ya ha sido puesta en práctica con objetos tales como los desechos. 

 

 

 

De hecho, son ruinas, heridas, desechos propios de nuestra especie, estrechas a nuestras costumbres, y cosas que sustentan lo que nombramos como cultura. Me pregunto: si la humanidad se ha adaptado a convivir con la basura ¿por qué seguir subestimando otras especies? Por ningún motivo estoy restando responsabilidad a la cultura moderna. Eso no se puede cuestionar. Solo tengo la esperanza de que hay algo invisible, quizás una coordinación microscópica de especies que ya se adaptaron a esta era geológica.

 

 

Bueno, volviendo a Agua Malva. Esta tuvo tres hitos: 1. la exposición;  2. la lectura de Ivanna Donoso; y. 3. la Conchada, una activación. Esta última fue una repetición de un algo parecido a un happening que Elizabeth Burmann hizo hace unos años. La primera Conchada (2018) convocó de forma pública a participar de una comida, compartir y comer moluscos  , luego lavar las conchas residuales, y desde la artesanía torcer la lógica del desecho. La primera conchada fue muy interesante, ya que tenía un compromiso exclusivo. Esta fue distinta. Esta conchada fue una excusa para compartir y manipular la materia sólida que queda del alimento rodeado de esa escenografía construida principalmente por materia inanimada.

 

Espero que no sea desagradable hablar en primera persona nuevamente. Pero lo hago para convocar un lector empático. 

 

 

Hace varios meses comencé un proyecto. Me convencí de que la escritura tiene un desafío muy específico: describir lo que sucede e incluso enumerar –en detalle– el momento cuando uno encuentra en la cosa (entendida como todo lo que va más allá de uno) un vínculo íntimo que te estremece, al mismo tiempo que te invade, incomodándote, hasta hacerte sentir expuesto sentimentalmente. La cosa tiene memoria cuando se la asignamos. Por lo tanto, solo existe afectivamente para contener nuestros recuerdos, para recordar que fuimos felices, o que fuimos miserables. De hecho, la intimidad se activa cuando uno descansa de su esencia incontrolable en un otro. No espero hacerme entender, asumo que son ideas inestables, pero tienen buenas intenciones. Dicho esto, mientras piensan por qué cosas, sin voluntad, nos afectan, intentaré escribir mi relación entre Agua Malva y yo.

 

 

El Agua Malva fue una idea, creo científica, que Elizabeth Burmann y Celine Fercovic tomaron como punto de partida para reconstruir, o imaginar un medio ambiente acuático. Jamás pensé en un cuerpo de agua. De hecho solo hay materias sólidas. Debí haber participado más. Ver al menos como se construyó. Por ejemplo saber ¿qué obras hizo Elizabeth Burmann para llenar un espacio mutilado? y ¿cuáles son las que existen independientemente? La luz malva, que hizo Pascual Mena, era lo único que necesitaba para sentir en esas cosas escultóricas el mismo amor magnético que siento cuando logro abrazar a mi amiga. Eso es algo poderoso. Quizás la contención importa más que cualquier lucha o responsabilidad política. No me atrevería a desplazarme en el espacio público sin sentirme acompañado. De eso se trata la colectividad en la política. La contención. Aún así la exposición no se parece al cuerpo de mi amiga, solo es una coincidencia fenomenológica. Pero el cuerpo se dispone, jadea ante la confusión de la memoria corporal. Justo ahí, en la suspensión que dije antes, casi por orgullo te acercas a lo más obvio, lo más simple y a las ideas que cualquiera entendería. Desconoces que algo anecdótico afectó tu ánimo personal y piensas en lo ajeno. Elizabeth Burmann es muy sensible, por lo mismo, su obra tiende a escapar de eso. Se agradece la segmentación de los objetos, la sobreestimulación visual, y la obligación de seguir recorriendo. Para evitar un colapso nervioso, para no desbordarse de emociones, porque no es ni el lugar ni el momento adecuado para tanta exposición. Al fin y al cabo, todos sabemos que el suelo se está calentando, que la materia se desintegra. Que la política no se hace responsable, que el mercado no cambiará, que el arte difícilmente puede aportar en algo, pero siempre hay excepciones y esta es una. Creo que ante la irrelevancia del arte en la urgencia climática, exposiciones como Agua Malva, incitan a disponer un cuerpo, su mente, a la deriva de un presente limitado, sin futuro, sin ordenamientos, sin jerarquías. Es como un último ayuno, a la espera de la última comida que reúna gente, conchas, alcohol, basuras, para finalmente danzar, como la escena de esa película que muestra gente de la mano haciendo una ronda. De a poco se va descubriendo la muerte como una energía amistosa. Ruedas y ruedas y te mareas y vuelves a flotar como el polvo de las estrellas que habitan el vacío eterno, allí donde la distancia no existe. Quizás cuando entré a la galería y solo había humo, antes que obras, experimenté mi cuerpo particulado, rodeado de más cuerpos particulados. Eso se sintió como un abrazo que durará incluso cuando se nos olvide que alguna vez pudimos pensar. 

 

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