los monstruos no siempre saben que son monstruos

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sobre Miguel Soto Karelovic en Local Arte Contemporáneo, Santiago de Chile. 2023

por Sergio Soto Maulén

 

“El año pasado, cuando te escribí mi última carta

el inicio de mi futura poesía

me di cuenta de quien realmente eras por primera vez

 

no te llamé por ningún otro nombre

solo te hice saber que conocía la verdadera naturaleza de tu corazón

que era malvada, y eso me confirmó que la maldad era real

que los demonios eran demonios de verdad

y que los monstruos no siempre saben que son monstruos

 

pero la proyección es una cuestión fascinante

después de que te fuiste y quemaras la casa

intentaste convencerme de que fui yo quien le puso leña al fuego

dijiste

que no sabía quien era

pero lo sé”

 

Lana del Rey

(la traducción es mía)

 

Esta cita es un extracto de un poema de Lana del Rey titulado “My Bedroom is a Sacred Place Now – There Are Children at the Foot of My Bed”. En este texto hay un enfrentamiento y una reflexión que me interesa sobreestimar con respecto al uno con lo otro y la relación entre cuerpo, espacio y afectos.

Considero que debemos leerlo de tal forma que el cuerpo al que se refiere pueda ser cualquier cosa o persona, que a la vez que nos de extrañeza o miedo, también pueda cautivarnos. Podríamos decir que la experiencia de proximidad con cuerpos-ajenos siempre nos reclama algún tipo de texto, nombre o argumento que detenga cualquier ambivalencia afectiva.

—- Te odio, te amo, me asustas, me gustas, me encantas, vomito, qué frío, qué agrado, qué tonto, qué feo, qué lindo, qué esperas, qué angustia, me das, me devuelves —

Se necesita alguna definición moral, o algún adjetivo que permita tomar distancia y evaluar las intenciones que norman nuestros contactos; una relación amorosa, amistosa, familiar, pero también pueden ser encuentros con cuerpos no humanos, con diversas especies, que nos incomodan, que nos aterran, que nos cautivan.

Estos fenómenos, me atrevo a decir que son problemas universales. Y los problemas universales son asuntos de la poesía, quizás. Van dando cuenta de que en realidad no existe una única manera de administrar la relación entre cuerpo, espacio y afecto. Y que uno quizás pueda entender esa bifurcación del lenguaje (su límite y las otras derivas) cuando se logra develar ese lugar de enunciación complejo (queer, feminista, disidente, anticolonial) que se ha construido a través de la identidad, la imagen y el deseo (propio y colectivo).

Ahora:

La exposición de Miguel Soto, como es recurrente en su obra, se vale de la reflexión escultórica. Si bien el artista había experimentado con la dimensión fenomenológica de la escultura. En este caso posibilita una apertura a la agencia del signo, los símbolos, las mitologías y la historia en el modo de entender un objeto, su forma y su presencia material en el espacio. La exposición tiene dos elementos simbólicos específicos. La palma chilena y la culebra. A simple vista, estas dos especies, vegetal y animal, se relacionan entre ellas por su forma. Ambas pueden ser representadas a través de formas cilíndricas que se extienden, por un lado la palma, desde su rigidez, y la culebra por su elasticidad. 

 

 

Si bien para el espectador la equivalencia de estas formas puede ser suficiente. Ambas se presentan a través de una serie estrategias escultóricas, casi rítmicas, que a ratos logran negar cualquier diferencia para ser materia y forma. También, las obras pueden ofrecer la siguiente pregunta: ¿qué relación tienen estos elementos más allá de la equivalencia de su síntesis formal? 

La pregunta permite una serie de especulaciones. Lo primero que se me ocurre es la referencia al falocentrismo. Inmediatamente pienso que en alguna parte el texto curatorial habla de lo queer. Por lo tanto, no sería raro que el artista está representando estos dos elementos, palma y culebra, con la intención de evidenciar la estrecha relación entre forma (verticalidad) y símbolo (poder). Me recuerda mucho a las ideas de Aby Warburg, cuando propone que los símbolos perduran en la historia manteniendo la misma lógica asociativa. Ya sea como metáfora (el lenguaje) o como pensamiento mágico (el ritual).

Podríamos decir entonces que Miguel Soto no solo está recordando el lugar de estos elementos en la historia o sus anécdotas, sino está haciendo vigente, que la relación entre estos está basada en las asignaciones culturales de las que fueron objeto. 

Para esclarecer esto, primero dejo pendiente todo lo que tiene que ver con el imaginario del patriarcado, ya que el artista nos ha dado una serie de pistas previas preparatorias. Por ejemplo, al escuchar a Miguel Soto referirse a la palma chilena, nos damos cuenta que su interés se basa en el desprecio de naturalistas como Charles Darwin por esta especie, al tildarla de “fea”. El artista nos recuerda que la palma es una especie que, si bien, está presente en el resto de latinoamérica, la palma chilena es la única que no necesita un ambiente tropical. Aquí la cuestion deviene política, podría ser una coincidencia, pero una de las insistencias en la idiosincrasia chilena moderna producto de sus alianzas económicas e incluso ideológicas con el resto del mundo en el siglo XX, ha sido diferenciarse de nuestro entorno geopolítico. Ya sea por las particularidades ambientales de Chile con respecto al resto del continente, y por lo mismo, por nuestras costumbres o identidades distantes al estereotipo de lo tropical. Una de las obras consiste en un video que ficciona el lugar de la palma chilena en un invernadero en Londres, siendo la única palma de interior, no tiene lugar en esta arquitectura. Lxs curadores, Ignacio Lira y Carolina Sepúlveda, desde la arquitectura, le dieron imágen al descalce y la rareza de la palma chilena en el estudio de los árboles, forzando la forma del edificio según la forma de la palma. Podríamos decir que el contenido simbólico asignado a esta palma está determinado por circunstancias políticas y la solución arquitectónica del (re)diseño, desde una tipología afectiva (como un abrazo, como una contención, como un encierro, como una protección).

 

A Monster I Have Never Seen Before – Carolina Sepúlveda, Ignacio Lira, Miguel Soto

 

La palma es como un monstruo, pero en cambio, la culebra es monstruosa. En todos los territorios del mundo, la serpiente es símbolo de desconfianza, impulsividad, agresividad. Es un cuerpo escurridizo y solitario. Su forma para algunas culturas, recordando a Warburg de nuevo, es como la de un rayo. Ambos sorprenden, son inesperados y amenazan. La culebra chilena es algo tímida, dicen. En esta exposición está expuesta como cadaver, como interrupción, como trofeo. Ha sido dominada. 

La culebra, el animal chileno, habita en la ruralidad. Es parte un imaginario iconográfico, y es objeto de relatos o supersticiones sobre el miedo y el peligro. No solo en Chile la serpiente ha intentado ser dominada como objeto artesanal. Ha sido representada atendiendo su flexibilidad, exigiendo a ciertos oficios encontrar soluciones constructivas para destacar esta cualidad. El artista presenta tres esculturas de gran tamaño inspiradas en las serpientes artesanales flexibles y lúdicas. Convierte una forma temeraria en un objeto para el juego. Hay dos esculturas más que emanan del suelo. Son distintas, no son flexibles ni son construida en base a la tipología artesanal sino más bien son figuras amenazantes y sorpresivas.

Sospecho que la metáfora de la palma y la serpiente presentada en esta exposición da cuenta de dos versiones antagónicas sobre lo mismo. La monstruosidad que se reconoce a través de la reflexión material y la forma que ofrecen ambas especies. Por un lado la palma imponente, como dijo darwin: gorda al centro, estrecha en sus extremos, aparece como un vestigio monumental de una era climática inalcanzable e invivible. Y por otro, la serpiente, objeto vivo, móvil, depredador, cada vez que se nos presenta, nos amenaza. 

En una sala aislada, una raíz de palma es sostenida por una estructura de metal simple. La cosa descansa tendida en otra superficie. En sus extremos vemos incrustaciones de coirón como si fuera pelo, mejor, un par de pelucas. Perlas en algunas ramas decoran este pelo largo y falso. Este cuerpo horizontal cuestiona todas las otras por ser verticales, masculinas. Del mismo modo la libreta del AUC, puesta como obra, el primer esfuerzo por reconocer legalmente la unión homosexual, curiosamente representada por una palma. Y la garra del milodón (o Mylodon darwini), una obra fundamental del trabajo de Miguel Soto, acompaña la libreta, como un guiño a la historia íntima del artista.

La raíz que mencioné es delicada, se vale de un nombre en femenino pero es un cuerpo tosco y rígido también. Alguna vez fue como esos troncos verticales o esas culebras que se levantan verticalmente también. Y que insistentemente reclaman el protagonismo de la exposición. Se puede percibir la raíz como un monstruo también, pero como un monstruo tierno. Sin ganas de ser asociado con una palma, o una culebra, esta obra decide detenerse y reposar en la última habitación donde aún hay rastros de otra obra. En el suelo hay conchas, instaladas por Elizabeth Burmann. Un refugio femenino que obliga a moverse con cuidado y delicadeza. Ahora podemo retomar lo queer. Sin ser una palma solemne, esta palma-protuberancia ha sido embellecida por las expectativas del artista, también queer, y representada en su totalidad, en su profundidad, solo por cualidades que ponen en duda la imagen de un cuerpo hegemónico. Podría ser la primera palma travesti. O puede ser una palma inútil, abatida, inerte, a la que se está rememorando. Todos los monstruos no sabemos que lo somos. Siempre hay un momento en nuestra vida que alguien vio nuestro cuerpo como una rareza y decidió castigarla. 

la princesa

Miguel Soto: “La princesa del pueblo, como la lady di”

 

 

Todo lo que dije al comienzo era para preparar este momento. Lo queer, lo marginal, lo disidente, lo no hegemónico, lo no humano, o como quieran llamarlo, surge como una reacción al reconocer que hay formas de vida que se descalzan de cualquier lógica simbólica reiterada por la Historia. No crean que los monstruos solamente queremos corregir la insuficiencia del lenguaje a la hora de nombrarnos; aunque algunxs tengan el valor y la bondad de hacerlo. También queremos construir sigilosamente nuevos espacios de seguridad donde habitar en paz. 

No piensen que esta palma travesti se manda sola, por favor, démosle nombre a quién la encontró, la valoró, le dio belleza, le puso adornos. Esta persona, en esta oportunidad es Mig, que en representación de un colectivo, construyó un objeto para que sea más fácil sentir que no estamos solas o imaginar que es posible existir en la plenitud que exige el cuerpo. 

Para finalizar, recordemos toda esta aventura objetual. Hay que ver cómo se construye el mito, sus argumentos, su tradición. Debemos sumergirnos en lo que determina nuestro cotidiano. Asumir que el lenguaje, la historia, los símbolos culturales no siempre consideran todos los cuerpos o todas las experiencias. Cuando el descalce sea evidente, en ese momento, tendremos la oportunidad de imaginar nuevas formas de habitar en comunidad una experiencia radicalmente horizontal.   

 

 

*Las fotos de registro son de Felipe Ugalde

 

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